Sueños a tiempo

Sueños a tiempo


            Me levanté a escribir desde el sueño, para que las hermosas ideas no sucumbieran al mundo del _________, tarde se hizo, muy tarde he de decir, tanto así, que se esfumó la palabra, como espuma en las olas bravías de la playa de Poneloya: efímera es la belleza, y más efímera todavía la lucidez de la palabra dada.
            Así comencé mi día: tuve dos ideas espectaculares en mí sueño. Con el trémulo temor de parafrasear una cita de Jorge Luis Borges (Argentina, 1899- 1986) sostengo que: "el sueño es la perfecta armonía de las cosas". Borges también está en desacuerdo con aquella afirmación que hiciera, desde la ciencia de la mente, Gustav Spiller, en The Mind of Man (1923), quién afirmaba: "que los sueños corresponden al plano más bajo de la actividad mental". En yuxtaposición, Borges habría dicho: "que los sueños son la actividad estética más antigua, probablemente la más antigua de todas".
            En mi sueño, una de mis ideas era una máxima nunca antes revelada a los hombres. La otra, una reflexión sobre el tiempo, del que ya muchos han escrito. Sin previo aviso, la segunda idea se fue tragando a la primera y una vez satisfecha, por haber devorado lo bueno, tomó alas y se convirtió en un ser que alzó vuelo y no volví a ver más. Así, al llegar a mi escritorio, ninguna había sobrevivido: ambas yacían en el armario del olvido. Lugar, que todavía no ubico en mi casa mental, pero sabemos que existe, aunque solamente porque percibimos sus efectos y sus consecuencias. Si triste es la condición del hombre que olvida, más triste es la condición del animal que despierta inútilmente y que hace obras repetitivas, que no le conducen a nada.
            A veces siento, que mi mayor enemigo es el olvido, quién carcome mis palabras mientras medito. Otras veces, batalla por el podio con la indisciplina, porque queramos o no, los hombres, cualquiera que sea nuestro oficio, necesitamos algún caos ordenado y también, constancia para lograr algo. Donde ese algo, lo dejaré al libre albedrio de la mente. En otras ocasiones reflexiono si mi mayor rival no será el recuerdo. Recuerdos que vuelven a uno de manera obsesiva, como las aves de rapiña en mis sueños. Esos rapierdos, me han arrebatado en más de una ocasión una historia, un cuento, un verso, o una palabra de las manos.
            Mi padre, con su formación en derecho penal, me habría insistido que el olvido es entonces, si acaso, el autor material del delito,  aunque el autor intelectual seguirá siendo el recuerdo; que como ya dije, insiste en abordarlo todo. Justamente, con esta reflexión llego a la conclusión que los rapierdos son las antiguas pestes de la mente. Un rapierdo, es efectivamente como un virus, que tiene en su ADN la programación básica para dejarnos trazas o migajas del pasado que causan dolor, pérdida o ambas. Es ahí donde pienso, que si tan solo por un día, el sueño lograra instalarle una trampa a los rapierdos, otro gallo nos cantaría: el sueño podría confundirles los eventos, el orden de las emociones, la cronología de los falsos recuerdos; tal vez causaría tal caos y tanto revuelo, que las maquinaciones del pasado se confundirían y un luto de aguas obscuras lo inundaría todo, eso me daría al menos, un día lóbrego pero fresco. Un estado en el que la voz interior, no escucha tantos ecos, ni ruidos del más allá y entonces podría quizás hablarme sin tantos pretéritos llantos.
            Ya Louis, mi amigo editor, al que respeto más por su calidad humana que por cualquier otra cualidad, me lo anticipaba anoche: "el que escribe tiene una voz dentro que no enmudece. Aún si uno pretende infructuosamente acallarla con sueño." Pero intuyo que Louis se refería al sueño sonso, al sueño que simplemente apaga la conciencia, no al otro sueño, al sueño profundo, al sueño creador de mundos. De esta suerte, reconozco que los verdaderos sueños nos tienen reservado un espacio para las palabras nuevas y por ende para nuevas creaturas, lugares, estadios y humanidades. Y uno reconoce, que en esos sueños hay palabras nuevas, porque efectivamente, no se entienden de primas a primera y solo el contexto nos devela su verdadero concepto. ¿Cuántas palabras no-nacidas o inexistentes he perdido en las madejas del sueño? A esas palabras sin nacer, yo las he bautizado al estilo de Julio Cortázar como las palabras sorpremas. Una palabra sorprema, es un vocablo inexistente que aparece en los sueños y si logra transcender a este mundo material y de letras, terminará siendo una suprema sorpresa del idioma. 
            En otro sueño sostuve un dialogo con uno de mis maestros, de esos que la gente insiste en declararlos muertos, pero con quién yo converso con bastante frecuencia, se trataba del profesor Adolfo Bioy Casares (Argentina, 1914 - 1999). Hoy les transcribo la conversación para evitar ambigüedades:

            - Maestro, ¿cree usted qué sería posible, que me diera prestado una frase suya, sin caer en la torpeza del plagio?, desde luego tendría que agregarle alguna de esas palabras nuevas o sorpremasque de manera fortuita aparecen en la quimera de mis pesadillas, que nunca las he sentido como tal, sino ligeras. Tal vez, usted podría permitirme usar aquella frase suya de la Invención de Morel (1940): 

            "...lo que siento es desagradable. Me parece que desde hace mucho sabía el alcance funesto de mis actos, y que he insistido con frivolidad y con obstinación... Habría podido tener esa conducta en un sueño, en la locura... En la siesta de hoy, como un comentario simbólico y anticipado, vino este sueño: mientras jugaba un partido de croquet, supe que la acción de mi juego estaba matando a un hombre. Después yo era, irremediablemente, ese hombre." 

            - Y si usted me permite, yo le podría agregar alguna de esas sorpremas, como dije y combinarla en una nueva frase y quién sabe... podría convertirse en un nuevo eslogan revolucionario. 

            Inmediatamente, el maestro Bioy me quedó viendo serio, pero su rostro más bien dibujaba una línea de desilusión profunda, seguramente por mi innovadora propuesta o simplemente por mi pobre condición de exiliado.   Entonces, él decidió congraciarse con un alumno esforzado que reprobaba dos veces el mismo examen, más como un premio a la constancia, que como una tácita aceptación de la oferta. De este modo, fue que recibí en regalo esta cita para mi cuento "El ______ del idioma": 

            "...no por mucho escribir, amanece más temprano. En el mundo de Morel y por ende en esta isla, dos soles proyectarán sus rayos y suprimirán las sombras de cualquier máquina de sueños, hasta la del más intrépido de los ilusos sorpremadores. Aquí ya no hay sueños... pero las pesadillas continúan."

            Después de ese encuentro con Bioy Casares, descubrí días más tarde que en algunos sueños realmente me convierto en un mal plagiador. Tomo a Borges nuevamente como ejemplo, para no llenar de citas y autores interminables este texto, pues en resumidas cuentas, "citar a Borges es citar a muchos", según dice Julio C. Moreno (Nicaragua, 1973).
            Precisamente, con el maestro Borges, me ha ocurrido que me le robo las referencias, que desde luego no son de él, y le agrego, según yo, frases que mejoran el todo, solo para percatarme que la oración perdió ahora su belleza, y termina como una incoherente y ridícula broma que me mortifica. Esos días cuando llegan, aunque pocos, me inundan de una tristeza y de un dolor moral terrible. ¿Cómo podría darle la cara a mis progenitores: "Yo, el mal plagiador y otros demonios"? ¿Se dan cuenta, ecos de Gabriel García Márquez?... que gran pena la mía. Dejo este texto meramente con fines ilustrativos, no porque me agrade hacer el ridículo en público. Sobre este proceso de la imitación en la formación del escritor, dice el Dr. Sergio Ramírez (Nicaragua, 1942): "...cada vez que uno lee a un autor que le gusta tratará de imitarlo. Es un proceso natural."
            También ocurre en esos sueños, y he descubierto, que no soy el único plagiador, realmente la palabra correcta y exacta sería parafraseador. Por ejemplo, en otra ocasión descubrí, que Jorge Luis Borges, una vez más lo tomo como un caso especial, sin malas intenciones, sino todo lo contrario, entonces en el fatigado crepúsculo del desvelo, Borges tomó prestado de Bioy Casares al menos dos frases y dos escenarios de la ya citada obra La invención de Morel. Dice la primera cita:

            "Soy el tigre que me consume, pero yo soy ese tigre."

            Texto que también está en un ensayo de Borges, que él tituló: Nueva refutación del tiempo(1944-46), aparecido por primera vez en el libro Otras Inquisiciones.

            "El tiempo es la sustancia de que estoy hecho. El tiempo es un río que me arrebata, pero yo soy el río; es un tigre que me destroza, pero yo soy el tigre; es un fuego que me consume, pero yo soy el fuego. El mundo, desgraciadamente, es real; yo, desgraciadamente, soy Borges."


            Y la segunda referencia dice:

            "Las dos lunas y los dos soles se vieron al día siguiente." 

            De esta última, dejaré que sea el lector quién descubra en que punto de la geografía Borgeana fue reciclada por el maestro. Siguiendo así con la tradición de sus laberintos. 
            Como consuelo, o quizás como nota interesante, al menos para los aficionados a la ciencia ficción, he de confirmarles que hay una magnífica similitud en el guion original de Guerra de las galaxias de George Lucas (USA, 1944), a quién le tengo un enorme respeto como cineasta y como creador, cuando en el planeta Tatooine, en el episodio IV: A New Hope, aparecen dos soles en el horizonte. Y digo magnifica similitud, porque entonces estaríamos ante la dulce coincidencia de dos locaciones paralelas, en dos mentes distantes en el tiempo y en la geografía, que aunque no imposible, es poco frecuente.
            
            Quisiera antes de terminar estas reflexiones, si les podemos llamar así, agradederles por su tiempo, dado que es uno de los recursos no-renovables de la especie humana. Quizás por eso el tema del tiempo es una cuestión recurrente en la literatura y en las actividades terrenales. Somos muchos, y somos distintos y al mismo tiempo somos iguales, tan iguales que cada segundo lo medimos igual mientras viajamos en esta misma nave llamada planeta tierra. Realmente, no hay nada que podamos sumar a nuestros días de vida o de paso por este mundo, ni una milésima de segundo más, expresión que claramente he parafraseado del evangelio de Mateo. 

            Y finalmente, no está de más reforzar mi coincidencia de pensamiento, respeto a los sueños que entablara el maestro Borges: en el sueño ocurre lo inexplicable, en los sueños ocurre lo insospechado, los sueños son una obra de ficción pero es una obra que nosotros podemos moldear porque cada uno de nosotros tiene derecho a la vida, a la libertad, y también tenemos el derecho a soñar. Seguramente, es una de las preguntas que tendremos reservadas para el día en que nos encontremos cara a cara a nuestro creador, y le podamos preguntar a ese ente supremo, a la divinidad, si nos soñó antes de darnos el aliento de vida. Mientras ese momento llega, tengamos presentes que tenemos derecho a soñar, más allá del significado etimológico de la palabra, sino profundizando en su concepto pragmático, místico,  y espiritual. Lamentablemente aunque en la declaración universal de los derechos humanos no aparezca reflejado de manera explicita, intuyo que sus redactores quisieron racionalmente incluirlo en el artículo veinte y nueve, acapice segundo:
            "En el ejercicio de sus derechos y en el disfrute de sus libertades, toda persona estará solamente sujeta a las limitaciones establecidas por la ley con el único fin de asegurar el reconocimiento y el respeto de los derechos y libertades de los demás, y de satisfacer las justas exigencias de la moral, del orden público y del bienestar general en una sociedad democrática."

            En otras palabras, como la ley no prohíbe soñar, es por ende un derecho humano consignado en la declaración universal de los derechos humanos. Pero más importante aún es el reconocimiento que solo con un ejercicio de reinvención del individuo es que podremos llegar a nuevas formas de relación humana y con la naturaleza, formas que probablemente aún no conocemos a plenitud y cabe entonces preguntarse: ¿cómo el hombre podría asumir un modelo que aún no existe, o no ha sido engendrado, ni creado, un modelo de utopía de la humanidad que nunca ha existido?, solo la podemos crear en un espacio reservado para la recreación: el mundo de los sueños. Por ende, hoy más que nunca, debemos ejercer nuestro derecho a soñar y profesarlo aún en contra de cualquier manipulación que denigre la creación en todas sus formas como una pérdida de tiempo.
            
            

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