Relato de un deporte extremo o la persistencia del insensato


Son casi las 5 pm de un domingo en una cancha de un populoso barrio de Managua, los adultos se tienen tomada la cancha, los chavalos juegan cualquier otra cosa,  trompo, arriba-landa, congelado,  se reúnen a contar chistes o comparten un mono-patín destartalado.  Juegan de todo, menos basketball, no tienen balón y no hay permiso de parte de los mayores para inmiscuirse en el partido. Llego con mi hijo, con cautela, pues en estos tiempos hay que cuidarse de los delincuentes y de los grupos juveniles que cargan puñal y machete.

Nos quedamos de pie a observar por unos minutos el partido, la perrera está que arde. El basketball mediocre  de los adultos hace juego con las formas de comunicación entre ellos. “Emes” por aquí, “hijos con pe por allá”, “verbos adicionales”, lo más suave que se escucha es un “no jodás”.  Pareciera ser que las reglas del juego y el lenguaje técnico para designarlo han desaparecido. Me pregunto si esto es basketball o estamos enfrente de uno de esos nuevos deportes extremos. Alguien podría perfectamente concluir que es un híbrido entre lucha libre y baloncesto, otros apuntarán que se trata de boxeo con basket y de seguro no faltará alguno que afirme que estamos ante el nacimiento de un judo-basket, excepto por que eventualmente también hay codazos, que en el Judo oficial no están permitidos. Sin embargo, por momentos los agarres de camiseta, codo y brazo son innumerables y las intenciones de aplicar seudo-llaves al cuello y a una de las extremidades superiores son bastante más que claras.  En última las técnicas de intención de proyectar al oponente al suelo son similares y pareciera que ambos equipos están en eso sincronizados. Difieren en que luego de conseguir la caída del contrario, se busca afanosamente el retener el balón el mayor tiempo que sea posible en las manos del mismo individuo, se permite el dribbling o rebote del balón contra el suelo, sin embargo, no es permitido dar puntapiés al balón como en el futbol, aunque si éstos van dirigidos al oponente, no hay mayores repercusiones que la respuesta en la misma fuerza proporcional de parte del afectado.

No hay árbitros, pero si hay un tipo de arbitraje natural  de parte de los mismos jugadores, que ocurre en medio de una ristra de frases “incoherentes” y adornadas de muchos epítetos y adjetivos muy despectivos, tal como les mencionaba al inicio.

El objeto del juego parece ser se ha modificado y es una combinación entre proyectar al oponente sobre su espalda, mantenerse de pie tanto como sea posible e impedir que el contrario tome entre sus manos el balón que viaja en medios de los cuerpos flatulentos y sudados. De anotar en el aro, ni se diga, eso está reservado para jugadas fenomenales y extraordinarias cuando el aire de los pulmones se le ha agotado a alguno que otro de los luchadores judo-basquebolistas y uno de los anotadores ha quedado a escondidas en medio del público o en las márgenes de la cancha cerca de las bancas.

El equipo visitante tiene alguna desventaja pues debe tratar de anotar de forma especial en el aro que se encuentra en buen estado, es decir cuyo ángulo con la vertical es exactamente 90 grados. Mientras al equipo de casa toma la ventaje del circulo que deformado en huevo, se encuentra 20 grados inclinados hacia abajo desde la posición del horizonte, dando de esa manera mayor ángulo de visión a los de casa (“Los Extremos”).

El registro del puntaje o de las anotaciones, es algo parecido a una voz multi-fuente, varios gritan desde varias posiciones y el sistema adoptado sostiene el número donde más voces han resonado. Cuando hay diferencias en el arbitraje, el juego no se suspende, aunque si los tiros a los aros, y se empieza a desarrollar todo un juego de palabras para ver quién finalmente sede ante el contrario, ya sea por intimidación o por falta de capacidad cardio-pulmonar, entonces son “Los Extremos” los que finalmente obtienen el balón. En buen nicaragüense algo así como el que tiene más galío traga más pinol.

Me aventuro a hacer unos tiros al aro aprovechando alguna de esas discusiones incoherentes y sin sentido que detienen el partido por varios minutos. Mi hijo emocionado por que por fin tenemos cancha para jugar un ratito. Hacemos los tiros, la discusión se arrecia, el equipo con más voces lleva ventaja, el partido concluye, gana quién demostró en la cancha la mayor de las extremidades. El puntaje final, 8 a 4. Me quedo un momento pensativo y reflexiono sobre si es béisbol o si se trata de un nuevo deporte. 8-4, 8-4, 8-4, que cosa más especial, no puedo afirmar a ciencia cierta de que deporte se trata, pero definitivamente no es baloncesto, repito, no es baloncesto.

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