El Almuerzo - Reflexiones de Cocina en Cuaresma



El Almuerzo.

En estos días se abrió el debate de si comer o no comer carne en viernes de cuaresma.
Y me quedé con las preguntas y cuando iba a saltar con mis propias ideas y los preceptos de mi conciencia, aconteció que me visitó un extraño lustrador de tan sólo 15 años que vino a mi casa y se quedó al almuerzo, como buen católico según yo, cociné una pasta a la carbonara, (y cuando iba a omitir el tocino), me di cuenta que no es lo que entra a nuestro cuerpo lo que nos hace impuros, sino lo que sale de nuestros corazones.

Le puse pues el tocino y lo convidé a probar el plato. Comimos juntos y hasta me atreví a evangelizarlo, y sin darme cuenta el permitía que al abrir mi boca su palabra lavara mi vida y mi corazón tomará fuerzas para escribir estas letras.
Según yo, como dueño de casa me tocaba bendecir los alimentos y dar las gracias, entonces inicié mi ritual oratorio, donde le expuse al Padre mi agradecimiento por las cosas terrenales que recibíamos en ese instante, en segundas partes me recordé de dar gracias por los alimentos espirituales: paz, esperanza, mansedumbre, compasión y amor. Mientras, yo oraba, Él no dijo ni una sola palabra. Una tranquilidad y una paz que no tienen medida, ni dimensión en nuestro entendimiento humano, llenó la sala de mi casa.
Me vi impulsado (no sé por qué) a usar el mejor plato y el mejor tenedor para ambos. Nos sentamos frente a frente en las mejores silla de madera. No usamos mesa, cada quién sostenía el plato en sus manos.
Momentos antes, mientras yo terminaba de cocinar el almuerzo, Él regaba el patio y las plantas secas del jardín agradecieron el agua que tomaban. Ya antes había lustrado el único par de zapatos de cuero negro que tenía por lustrar. Y antes de sentarnos cada quién y en silencio se lavó sus manos.
Comió mi Señor el primer plato y luego me pidió un segundo, le contesté que revisaría en la cocina a ver cuanto quedaba en la porra.  Su plato estaba limpio y sólo pude raspar la olla y darle los últimos pedacitos de tocino y queso quemado. Se chupó los dedos e hizo como que no me escuchaba, mientras según yo, le hablaba de Él mismo.  Me preguntó dos veces que con quién vivía y por un momento pensé que se trataba de un ladrón encubierto que me cobraría luego la visita a la casa. Hasta que por fin me aclaró diciendo con una sonrisa en los labios, y entre pregunta y afirmación: “Jesús vive en tu casa, en tu corazón?”
Me quedé callado, y en un primer impulso repliqué que tenía muchos amigos que me visitaban diariamente, y evadiendo el bulto me le fui por las ramas, diciéndole que varios ángeles me visitan a diario y que también llegan muchos pajaritos a mi patio por las mañanas y que Dios habita en nosotros…usé la palabra nosotros, y hermanos no había nadie más ahí. Luego me quedó viendo con ojos misericordiosos y entonces comprendí que si le amas no puedes quedarte indiferente ante sus harapos y su caja de lustrar y que Él conoce lo que hay muy adentro nuestro. Entonces sobrecogido por su sola presencia, le permití ver en mi interior y que revisara lo que necesita limpieza en mi corazón y me di cuenta de su inmensa Bondad y que se trataba de mi Señor, sintiendo Misericordia por este su servidor y que yo mismo era el lustrador sucio y harapiento que iba por el mundo y que su sola presencia era para recordarme que no tenemos nada que dar a los necesitados, sino que estamos necesitados de recibirle, que el alimento material sacia nuestra hambre temporal, pero nuestra sed espiritual solo Él la puede llenar.

Este mismo día aproveché para preguntarle si íbamos al Mc Donald’s en la capital a apoyar a los niños con cáncer, y qué opinaba de eso,  me respondió que estaba muy caro el combustible que mejor caminara, porque además ya estaban listos y limpios mis zapatos, pero que estaba bien que otros fueran y repartieran la misma comida entre los pobres, me dijo que tenía cita el próximo viernes en Managua y en 27 ciudades más del mundo. Me recordó que su reino no es de este mundo, pero que quiere que empecemos ya a mejorarnos para poder acompañarle al propio.
Me dejó este escrito en mi computadora, me marcó en amarillo un Salmo  (el 37) y luego me preguntó cuando podía volver a almorzar conmigo.
Le contesté en tono melancólico: “pero si es temprano mi Señor”, entonces Él replicó: “tengo cita a las 2:00 de la tarde en punto en otra casa, me están esperando para una sanación”.
No entendí nada, solo alcancé decirle que por favor regresara el lunes, el próximo lunes, siempre a las 12 en punto.
Se fue por la calle del barrio El Calvario, a pie y sucio, sólo llevaba su caja de lustrador y una sonrisa de saber que había dejado en mí una satisfacción y un gozo que sólo Él puede traer a nuestras vidas.

Ahora que vaya al supermercado me aseguraré de comprar buena carne para hacerle un buen churrasco cuando regrese, aunque también pensé que sería bueno saber como Él prepara aquel su pescado asado que cocinó a la orilla del Lago Tiberiades, cuando ya resucitado visitó a los discípulos para reconfortarlos.

Debo confesarles hermanos, que no me siento mejor que nadie, sino todo lo contrario como el peor de los pecadores de este mundo, pero gracias a su presencia entendí que con su Amor uno se siente especial, único, salvado, reconstruido y vuelto a ser hombre. Mejor almuerzo no he tenido esta semana, me perdonan si no les he compartido la receta.


“Los fariseos y los maestros de la Ley le preguntaron: por qué tus discípulos no respetan  la tradición de los ancianos, sino que comen con manos impuras?”, Jesús les contestó: “Qué bien salvan ustedes las apariencias! Con justa razón profetizó de ustedes Isaías cuando escribía: Este pueblo me honra con los labios pero su corazón está lejos de mí. El culto que me rinden de nada sirve; las doctrinas que enseñan no son más que mandatos de hombres” … “ninguna cosa que de fuera entra en la persona puede hacerla impura; lo que hace impura a una persona es lo que sale de ella.” “Lo que hace impura a la persona es lo que ha salido de su propio corazón: de ahí proceden la inmoralidad sexual, robos, asesinatos, infidelidad matrimonial, codicia, maldad, vida viciosa, envidia, injuria, orgullo y falta de sentido moral”

Marcos 7, 4-8, 20-22

Foto: Cocina en hogar rural de Somoto, Madriz. Discipulo 12.1

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