Hablemos de Tiempos recios de Mario Vargas Llosa

                  


Hace un par de días terminé mi lectura de Tiempos recios, la última novela de Mario Vargas Llosa, a quién me le corrí por muchos años, quizás por un tonto prejuicio por sus ideas políticas y por una fama de machista empedernido. Hace unos meses le pedí consejo a mis amigos, haciendo uso del Facebook para retomar su lectura. Debo decir que dejé de seguirle los pasos - a Vargas Llosa-  y dejé en puntos suspensivos sus libros por bastantes años. Lo último que leí de él, antes de esta etapa, fue la Ciudad y los Perros y Pantaleón y las visitadoras, allá por mi época de oro en el colegio. Por estos caprichos de la vida, o por estas causalidades que no he mencionado todavía, finalmente me vi obligado por mi alter-ego, quien es el que pone la disciplina para que el lado creativo aflore, y me hice una corta lista de autores, que a pesar de haber ganado un Nobel o tener otros premios reconocidos, tales como, el Cervantes, el Goncourt o el Rómulo Gallegos, o los más recientemente premios aparecidos en este siglo, tales como el Fran Kafka, el Carlos Fuentes o el Man Booker Internacional, los había dejado por fuera de mi lista de lecturas, en una lista de "indescifrables o non-gratos" por diversas razones que no viene al caso explicar ahora, pero que algunos podrían fácilmente definirlas como subjetividades.  Muchas de estas murallas mentales que nos construimos, no hacen mas que separarnos de la diversidad de opiniones y corrientes de pensamiento que se supone debemos cultivar como seres humanos racionales, sobre todo si de la literatura se trata. Así convencido que tenía que tomar al toro por los cuernos, le entré al asunto, y ¿quién creen ustedes que estaba de primero en la lista de censurados de mi biblioteca personal?, no, no era Paulo Coelho, sino Vargas Llosa, el laureado autor de varias novelas y ganador del Nobel de Literatura y del Cervantes. Así nació una lista larga de recomendaciones de lectura y un ligero debate sobre su mejor lograda novela hasta el presente. Un grupo se inclinaba por Conversación en la Catedral, sugerido por Abraham Guevara, Franklin Rivera, y el profesor Alfonso Malespín; y otro grupo optó por recomendar La fiesta del chivo, entre ellas, Carlina Reyes y Lucila Cordero. Un tercer grupo sugería Los cuadernos de don Rigoberto y Travesuras de la niña mala, donde estaban Jess Carvajal y René Vivas. El cuarto grupo, dónde están mis buenos amigos escritores: Madeline Mendieta, Rafael Benavente y Saavedra y Roberto Berrios, y buenos amigos lectores, como Emilio Hernández, habían propuesto La ciudad y los perros y Pantaleón y las visitadoras, novelas que, como mencioné al inicio, ya había leído en mis años de secundaria, cuando el mundo me parecía más prometedor y esperanzador. Solo Carmen Sandiego (ella sabrá de quien hablo), me sugirió leer ¿Quién mató a Palomino Molero?, tarea que aún tengo pendiente, y cuya pregunta es tan retórica como saber ¿Dónde, dónde está Carmen Sandiego? Entre las sugerencias también estaban, casi al final de la lista, las de Roberto Fonseca junto con María Lucila Cordero (mi editora secreta, quien además corrige todas mis cartas de amor), quienes mencionaron La guerra del fin del mundo, libro que ya está ordenado en versión papel, pero que aún no llega. Finalmente, también estaban las sugerencias de Francisco Vigil, con Acabo de regresar de Santo Domingo y Cinco esquinas, mencionado por Carlina.
De los primeros grupos, opté por leer dos títulos que me parecieron relacionados en su historia y contenido, comenzando con La fiesta del Chivo y seguidamente con Conversación en la Catedral. Creo que mejor momento no pude escoger para leer de corrido ambas narrativas, en una Latinoamérica que nuevamente se enfrenta a gobiernos de corte dictatorial y dictadores en el presente. Inmediatamente después, en Noviembre del 2019 para ser exactos, la editorial Penguin Random House con su sello Alfaguara comenzó la distribución de Tiempos recios y confirmó  su venta en medios digitales. Me vi tentado por la inmediatez y el precio, a comprar la versión digital de Kindle, pero un anuncio vía e-mail de la biblioteca local me contuvo. El libro estaba abierto para listas de reserva, lo que significaba que llegaría en los próximos días o semanas, cuando mucho, a los estantes de la biblioteca en su formato de papel. Y ustedes ya saben que soy de los amantes a la antigua, y aunque leo cantidad de información y libros en digital, cada vez que puedo y tengo la ocasión, prefiero leer en papel.
                  Tiempos recios, por analogía si esta novela fuera una pintura de Salvador Dalí, tendría que decir que nos enfrentamos a un cuadro con tres planos en diversas profundidades, que vendrían a develarse en tres tiempos entrecruzados, donde el plano del fondo está representado por el antes con la Guatemala de Arévalo, el plano medio el período de Arbenz, el golpe militar y posteriormente de Castillo Armas y al terminar esa etapa el ascenso de Ydígoras Fuentes. El primer plano sería comparable a la historia presente donde alguno de los personajes se encuentran y se entrevistan con el autor. La historia del siglo pasado está ahí, solo que a veces los agujeros negros que dejan los historiadores dificultan su comprensión como un todo. Los escritores, tenemos la gran virtud y responsabilidad de recrear la realidad para hacer de los relatos un "continuum" de amena e interesante digestión. La novela no está escrita en tiempos lineales, ni tampoco conecta A con B desde el inicio. Al contrario, magistralmente, nos lleva desde la United Fruit Co. de Sam Zemurray, su fundador, hasta las conexiones de Edward L. Bernays, su relacionista público, con la política de los gobiernos de turno en Estados Unidos, Centroamérica y el Caribe a mediados del siglo pasado.  Vargas Llosa insiste en dividirla en un Antes, etapa que se refiere antes del ascenso de Jacobo Arbenz, en 1951, la historia que deja a libre nominación por parte del lector, narrada en un tejido entrecruzado de tiempos desde el 45 hasta el 63, dividida en XXXII capítulos, unos más cortos que otros, mezclando habilidosamente los personajes en una trama más lógica que aleatoria. Hay todo una intención al develar por partes, en forma cíclica los relatos internos de cada personaje, donde cada ciclo sirve como enganche, para que el lector quede atrapado en las múltiples historias. Los ciclos no se suceden en secuencia, sino que se entrecruzan en espirales a veces más claras, otras veces un poco más difusas. Me hubiera gustado poder extenderme y explicar con más detalles ese acertijo en el tiempo y como esos ciclos se van desarrollando en avances y retrocesos, pero me pareció demasiado detallado para este ensayo y no quería llevarlo a un nivel tan técnico, posiblemente de interés solo para escritores de narrativa contempóranea, así que omití esa parte, aunque estaré contento de poder explicarlo con más diagramas y sus codificaciones, si hay alguien a quién le interese. Sobre el tiempo, hay que agregar que existe un capítulo donde ocurren singularidades y en un mismo espacio se narran dos acontecimientos distintos, en distintos momentos, aunque ambos ocurren en el mismo lugar, técnica similar a la que empleara Vargas Llosa en Conversación en La Catedral, cuando se narran o se escuchan voces distintas en un mismo capítulo que ubicadas en el mismo espacio, están separadas en la ventana del tiempo. La mayor parte de los personajes y sus nombres están construidos a partir de los hechos históricos acaecidos. Hay un respeto casi periodístico de algunos acontecimientos y nombres con el propósito de remarcar la verosimilitud del relato: Jacobo Arbenz, Carlos Castillo Armas, General Ydigoras Fuentes, Rafael Leónidas Trujillo y Abbes García, Anastasio Somoza, todos nombres y personajes extraídos de una realidad histórica reciente. Sin embargo, como toda novela, se da las libertades desde la literatura de construir un mundo paralelo probable, que satisfaga las posibles especulaciones de algunos acontecimientos no narrados por los historiadores, y otros poco conocidos y hasta recientemente desclasificados, por ejemplo referencias a documentos del Departamento de Estado y la Central de Inteligencia Americana, o de la participación activa en la política dentro de la escalada internacional de la guerra fría, aunque veremos que hay intereses más fuertes que la cortina comunista que se hecha encima. El autor también insiste en la versión paralela de la historia, la no contada, hasta ahora, por los mismos actores de los hechos, usando personajes poco conocidos o secundarios en términos de sus cargos, pero que estuvieron ahí y son testigos presenciales de los hechos. Entre esas historias no narradas con suficiente detalle, están la del golpe militar orquestado y dirigido desde Washington D.C. para deponer a Jacobo Arbenz con asistencia de algunos altos militares en el exilio, como Carlos Castillo Armas, en lo que se conoce ahora como la operación PBFORTUNE, bajo las administraciones, primero de Truman, y más tarde de Eisenhower. Bajo la administración de Eisenhower estaban dos altos funcionarios interesados en el caso Guatemala, John Foster Dulles, el entonces Secretario de Estado y su hermano Allen Dulles, Director de la CIA. 
                  También hay unos pocos nombres que su autor ha dejado por fuera y ha reemplazado por sus apodos o nombres de pila, como el caso de un agente de la CIA, a quién describe usando, "el hombre que no se llamaba Mike", de manera muy similar como lo hace Toni Morrison -también ganadora del Nobel- en su obra Song of Solomon, cuando cita la calle del pueblo con un "Not Doctor Street", donde la negación del nombre se convierte en el nombre de pila inmediato.
                  Vargas Llosa recurre al método moderno de Truman Capote en In Cold Blood, para dar detalles de la preparación previa del golpe militar, y así nos revela con detalles suficientes la composición de la fuerza área conjunta del "Gobierno Liberacionista" y su preparación desde la Nicaragua de Somoza y desde Honduras para el golpe. Así en la página 242 menciona, que la aviación de Arbenz apenas estaba compuesta por cinco aviones Beechcraft AT-11, mientras que las fuerzas de ocupación aliadas encabezadas por Castillo Armas, estaban al mando del Coronel Brodfrost con cuatro Douglas C-124C, seis C-47 (DC-3), seis F-47 Thunderbolt, un P-38 caza ligero, un Cessna 180, un Cessna 140. Totalizando diecinueve aeronaves versus cinco del gobierno de Arbenz.
                  Un elemento que sirve de hilo conductor de la novela es el personaje de Marta Borrero, quién aparece en el inicio de la misma, y a quién también le aplica el tratamiento de la negación para su identidad, al llamarla "la Miss, que no lo fue", a quién en sus primeros años la retrata como a la niña inquieta que preguntaba por política en la casa de su padre, el doctor Arturo Borrero Lamas, mientras transcurrían las tardes del juego de rocambor en la terraza con intelectuales, políticos y bohemios durante el gobierno de Arévalo. Marta, es quizás el personaje que pone la tónica humana en la desgracia que ocurre detrás de bambalinas cuando hay dictadores. La Miss Guatemala, que nunca lo fue, es sin duda alguna el personaje más importante en la historia, pero también el que le debe haber significado mayor trabajo construir al autor, pues por momentos es víctima, y por momentos es también sobreviviente en el sistema y por ende parte de él y aliada del poder. Con ella inicia y con ella también termina la novela.
                  La reaparición de Abbes García, personaje mano derecha del dictador Rafael Leónidas Trujillo, de República Dominicana como un cooperador en el golpe militar y en otros puntos de la historia, nos lleva nuevamente a conectarnos con La fiesta del Chivo y pareciera por momentos como una extensión de la misma, sin perder su propio argumento. Conexiones similares en la literatura contemporánea ha logrado Sergio Ramírez con El cielo llora por mi y Ya nadie llora por mi y su personaje, el inspector Dolores Morales. Logrando dos tramas con el mismo personaje, en distintos tiempos y lugares. Y esto me lleva a señalar una similitud adicional con Ramírez, y es la utilización de encuentros que ocurren en el presente, donde el autor se sitúa como un periodista investigador que sostiene reuniones con los personajes ficticios o reales que aparecen en situaciones supuestamente verídicas. En el caso del Dr. Ramírez, en la novela Sombras nada más, hay un encuentro casi fortuita entre la señora Lorena López, quién es la viuda de Alirio Martinica y el autor, que ocurre en el Victor's Café en Miami, mientras el Dr. Ramírez está en una gira para promover Margarita, está linda la mar. Una estratagema y técnica similar es empleado por Vargas Llosa, al final de la novela, donde se da un encuentro en Virginia, Estados Unidos, entre la señora Marta Borrero y el escritor. Entrevista donde se revelan partes interesantes de la historia, y dejan la ventana abierta para que el lector concluya el relato con la especulación que le venga a bien, pero en alguna medida logran su cometido final, que sigue siendo la verosimilitud de la historia ante todo.
                  No está de más el mencionar la universalidad de los eventos acaecidos y por ende tenemos un viaje sin mayores pretensiones por la geografía Centroamericana de los años cincuenta: Guatemala, Honduras, El Salvador y Nicaragua son escenarios de los acontecimientos. Pero, también el Caribe, con tramas desarrolladas en Haití y República Dominicana, cada uno con sus dictadores de turno: Papa Doc, François Duvalier y El Generalísimo Rafael Leónidas Trujillo, respectivamente. Sus personajes se mueven por el mundo, como es de esperarse, y hay acciones que ocurren en Ginebra, Suiza y en París, Francia. Y como todos los caminos conducen a Roma, la novela comienza en Estados Unidos y termina en Estados Unidos.
                  Tiempos recios viene a refrescarnos la memoria sobre las dictaduras que descansan en las gradas de la vuelta de la esquina en la historia de Centroamérica y el Caribe, relatos no muy agraciados, ni meritorios de revivir a cada momento, pero si muy necesarios para no repetir ciclos, pues todo lo que se olvida de la historia, vuelve como boomerang a destruir el presente posible, así es justa medida recordar para no volver sobre viejas dictaduras, en tiempos actuales, que siguen siendo Tiempos recios.

Texto: Raúl Aguilar (Aka Héctor D' León). Fotografía: sketch sobre el manejo del tiempo, realizado por el autor.
                  

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